Las horas de Cuba: un recorrido novelado por el alma de la isla


Hay libros que necesitan ser escritos, que piden (con murmullos, con quejidos, hasta a grito pelado) que por favor los saquen a la luz. Éste es el caso de Las horas del alma (Grijalbo, 2009) de Ana Cabrera Vivanco. Se trata de la saga de una familia cubana que lleva al lector a un recorrido panorámico por la historia de la isla. La memoria de la anciana Ángela, hilo conductor de la novela y personaje principal, guía al lector, cual hilo de Ariadna, por los vericuetos y vaivenes que ha atravesado Cuba a lo largo del siglo XX y principios del XXI.

La Historia con mayúscula se diluye en las historias personales (mas no por eso menos importantes, al fin es que la historia hace la Historia) de las familias Monteagudo y Falcón. Sin revelar secretos que pertenecen a la obra, y que queda para los lectores el desentrañarlos, se puede mencionar que por ella pasean una soprano con nombre de heroína de Wagner, generales, pintores, un aviador con timbales, hembras de rompe y raja, una japonesita trasplantada al trópico y una reportera que se sabe amarrar la saya, amén de un cachorrito de conciliación y de un pionero que lo primero que hace al llegar a casa es soltar la emblemática pañoleta roja. No le falta una pincelada esotérica: el espíritu de una niña muerta hace lustros, que con su aparición anuncia buenas nuevas, y la presencia de una mulata espiritista y buena gente que adivina el futuro.

Pero ojo, que Las horas del alma no es una de las mil y quinientas copias al carbón de Cien años de soledad que pululan por ahí. Los toques de realismo mágico que contiene son sólo eso: toques y nada más. La voz de Ana Cabrera es original y criollísima, y también lo es su estilo, en que resaltan frases como esta descripción de la ciudad: "La Habana, en sí, era eso: una hembra sandunguera y noctámbula que cada noche se vestía de fiesta, se calzaba los tacones y se entregaba a la rumba hasta el mismo amanecer" (196). En una entrevista con Violant Muñoz en Culturalia, cuando se le pregunta a Cabrera si le abruma la influencia de García Márquez, la autora enfatiza que las similitudes con Cien años de soledad no fueron a propósito. Y que, de hecho, está descubriendo muchas de éstas ahora que todo el mundo le pregunta por ellas.

En la misma entrevista Cabrera, actualmente afincada en Tarragona, refiere que "la novela llegó como la familia, por partes" a España. Ella la sacó (mutilada) durante un viaje a Tenerife, y más tarde su hija salió de Cuba con el resto de la obra. Creo que la manera en que se produjo la fuga de Las horas del alma daría para escribir otra novela sustanciosa. Ahora, hablando de otra novela, Las cien voces del diablo es la próxima de Ana Cabrera que se verá pronto en las librerías, también publicada por Grijalbo. ¿Y qué hay de una secuela de Las horas…? La autora promete que ésta vendrá también, así que la esperamos.

La Cuba anterior a 1959 es descrita en la obra con simpatía, pero sin edulcoraciones. No es un paraíso perdido ni el más perfecto edén, pero las tribulaciones padecidas durante aquellos años no pueden compararse con las que sufren los personajes que permanecen en la isla después del triunfo revolucionario. El período especial -los duros noventas- se retrata también sin recurrir a facilismo ni a imágenes manidas. Un médico cargando el agua a cubos y transportándose en una bicicleta china (¡de mujer, para colmo!) lo retrata de cuerpo entero. Los santos intervienen con un guiño de comprensión por la escasez que pasan sus devotos: "Como la situación no estaba para dárselas de botarate despilfarrando velas aunque fuese con los santos, y los santos, por serlo, estarían más que informados de lo priorizadas que estaban las velas debido a la situación, asumía en una sola las plegarias dedicadas a su núcleo familiar" (491) explica el narrador y uno se puede imaginar una sonrisa triste, en que la ironía se mezcla con la devoción popular.

No es posible escribir sobre Ana Cabrera Vivanco y no mencionar su excelente biografía de Dulce María Loynaz, La voz del silencio. Gracias a este libro (y quizá gracias al espíritu protector de la poetisa) pudo Cabrera salir de Cuba con destino a Tenerife. La presencia de Dulce María Loynaz aletea en las páginas de Las horas del alma, reencarnándose en el personaje de Ángela. "Dulce María Loynaz, de cierta manera, me animó a que emprendiera este desafío," declara la autora en la entrevista a Culturalia, refiriéndose a su novela. Un desafío en el que ha salido vencedora, por cierto. Y ya son muchos los que reconocen la fuerza de su estilo, que no le debe nada a nadie. "Ana Cabrera Vivanco es una de las pocas escritoras cubanas que avanzan hacia la madurez literaria con más de medio siglo de vida y fuera de la Isla," afirma William Navarrete en un artículo sobre ella publicado recientemente en El Nuevo Herald.

El reloj de la abuela Pelagia, que puntea los capítulos de la obra con sus "imparciales campanadas" es el eterno medidor de las horas para los Falcón y los Monteagudo. Horas que se convierten en días, meses y años hasta abarcar un siglo de historia cubana, narrado con mano maestra por una voz que ya se ha ganado un lugar de honor en la narrativa cubana.

Teresa Dovalpage



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Las horas del alma

Ana Cabrera Vivanco
Editorial Grijalbo, 2009