No te desdigas no ruegues que te crea el sueño de galeones o aquel abrazo tibio del álamo gigante. No alces tu propio cuerpo cual ofrenda ni lo entregues así al advenedizo al que siempre huirá. He venido a matarte de una sola estocada he venido a clavar mis sombras en tu cuerpo no quieras detener el curso de la noche ni vaciar el elíxir que adelante el final. Un solo grito entonces una plegaria anudada en la garganta y el manto gris cayendo como una maldición. Aquí termina el mito lloraré sobre el puente dos lágrimas ajenas me tragaré el camino como una fruta arisca no miraré hacia atrás.