Última noche en la ciudad


No te desdigas
no ruegues que te crea el sueño de galeones
o aquel abrazo tibio del álamo gigante.
No alces tu propio cuerpo cual ofrenda
ni lo entregues así al advenedizo
al que siempre huirá.
He venido a matarte de una sola estocada
he venido a clavar mis sombras en tu cuerpo
no quieras detener el curso de la noche
ni vaciar el elíxir que adelante el final.
Un solo grito entonces
una plegaria anudada en la garganta
y el manto gris cayendo como una maldición.
Aquí termina el mito
lloraré sobre el puente dos lágrimas ajenas
me tragaré el camino como una fruta arisca
no miraré hacia atrás.


Odette Alonso Yodú
De su libro más reciente Escombros del alma




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