Elogio al cuadro del sagrado corazón de Cristo


I

Deprimente, ese cuadro abandonado
en los senos de una sala putrefacta. Laureado
por los numenes de la mugre y las moscas de Lázaro
entre los gajos del corazón partido y lo que queda
de la barba.
Su cruz no es de madera sino de telarañas /la sangre
no es su sangre sino algo descolorido.
El polvo se amortigua sobre la cara pálida y las cucarachas,
como de costumbre.

II

¡Padre nuestro, que pocos se acuerdan de ti,
que pocos!
y las horas siguen corriendo más allá de los mitos
que se pudren en el estiércol de los siglos;
y en los entornos del marco, el candor se desdibuja
en el rostro de ese Cristo, absorto ante la cruz
/que le robó la sombra.
¡Que tanto hiere el olvido, que tanto hiere!


Jesús “Tinito” Díaz



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