​Intolerancia


Llevar la venda con insano orgullo
y negar el dictamen del reflejo,
que las virtudes hondas del espejo
devuelven de su cuerpo al cuerpo suyo,
acalla de los goces el murmullo
y decapita el don de la sorpresa.

Bajo el arco falaz de una belleza
que niega la existencia al gesto ajeno,
seguirá segregando su veneno
la alimaña que anida en su cabeza.


XXX

Era esa la conversación que se escuchaba,
las palabras que caían
confundiéndose con el sonido de los cubiertos.
De espaldas, intentábamos no escucharles,
intentábamos estar en otro sitio.

El olor a pimientos, la hilarante
gestualidad con que festejan los reencuentros,
todo el artificio de las fiestas de fin de año
puestos en un sólo recuerdo, como vasijas en un estante
o copas, simples adornos, en la vitrina de la infancia.

Ven, me decías,
y bailemos, con unos enormes deseos de ser otros.
Ven, olvidemos quienes somos
esta noche en que el año termina,
en que terminamos algo.
Ven, bailemos como quien se despide.

Pero yo he decidido no moverme de este sitio,
perdido en una esquina de la mesa
naufragar en los bordados inútiles del mantel
He decidido comer de esta comida insípida
por años, o toda esta noche
hasta que amanezca,
o hasta morir, si se pudiese.



Si temblamos


Mi herida es mi instrumento, mi soledad, mi canto,
mi estandarte en la sangre,
asta endeble clavada en las ruinas que el pecho cubre y niega.
Tristes yermos del alma, quién su silencio cuida,
quién espera en su extremo, más sordo que la usura,
quién duerme y sueña historias extensas como el miedo
en las que canto y miro hacia mi sombra y otra.
.
Tierra en el pecho abierto, -país de toda duda-
si temblamos
y nada puede hacernos lanzar el dardo cierto,
la herida está en nosotros, es nuestra sangre y fluye.
A qué mirar entonces,
la duda es siempre el blanco,
flecha o daga confluyen hacia su eterno, turbio
centro de aguas que mueren.


A quién culpar

Hay un sitio en las aguas en que el hombre
pone a pruebas sus fuerzas,
un sitio oscuro y húmedo en que la soledad nombra la duda.

Hay un sitio, un oscuro y húmedo sitio,
en que se superponen los arcos de la muerte;
el agua traza, alejada de todo esfuerzo humano,
líneas que han de cruzarse en un espacio incierto.

Hay un sitio, un tiempo real e inabarcable
en que comienza a olvidarse todo tiempo pasado,
toda verdad lamiendo los muros del recuerdo.

Palabras para una historia enferma y eternamente dividida,
sin árboles, sin espejos, sin brumas insondables.

A quién culpar cuando la noche canta.


Heriberto Hernández Medina

http://heribertohernandezmedina.blogspot.com/