Alas para volar a Princeton



Si hoy tuviera alas
como un ave del paraíso,
me verías caminando entre los árboles,
visitando la tumba de mi madre,
recorriendo los caminos azules
que conducen al presente.
Me verías subiendo las escaleras
de ese hotel que ya no existe,
entrando a la iglesia de San Pablo
donde Teresa se abraza al fuego
de su alma.

Me verías a la hora del brunch,
un domingo cualquiera,
feliz,
sentada en aquella butaca de madera
y el aroma de la mantequilla y los postres
en mi cabellera.
Yo sé que he inventado este pueblo,
que he puesto mi casita de estilo georgiano,
entre las calles sedientas de luz
cuando el invierno lo envuelve todo con su llanto.

Yo he nacido también aquí,
junto al tilo y los pinos del señor LaPlaca,
y me he paseado por las calles
con el fantasma de Tulane, el trapero,
con Noor, reina de Jordania,
con Michelle Obama,
con Christopher Reeves del brazo de Barbara, su madre,
y a la misa de domingo,
Brooke Shield, con el pelo recien lavado,
y todavía húmedo, me sonríe como si fuésemos eternas.

Al fondo de mi casa enterré a John,
mi perro, y con él se quedó también la luna llena,
que todavia duele.

En este pueblo Dios suena su campanilla desde lo alto
del cielo y me mira y sonríe
porque sabe que estoy pidiendo un milagro.

Este es el pueblo que inventé
para vivir cuando todos los otros sitios del universo
se apaguen.



Belkis Cuza Malé
(De su libro inédito Los Salmos de la Reina de Saba)



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