Tiempo de Descuento
Arquímedes Ruiz Columbié

                                                                                                                            "Cuando hay muchos hombres sin decoro,
                                                                                                      hay otros que llevan en sí el decoro de muchos hombres."
                                                                                                                                                                        -Jose Martí-


Los recientes acontecimientos en Cuba (léase la muerte de Zapata, la huelga de Fariñas y los desfiles de las Damas de Blanco) parecen indicar que por fin la incipiente sociedad civil en Cuba da muestras de vida y de habilidades para la movilización. Aún son relativamente pocos los que se suman al desfile o se deciden a iniciar una trágica huelga de hambre, y aquellos que se arriesgan parecen atesorar el infinito coraje que se necesita ante un enemigo tan poderoso como lo es la dictadura cubana, aunque ya sin muchos aliados ni coartadas políticas. El proceso ha sido demasiado largo y podría caracterizarse brevemente como una transición desde aquella complacencia de la mayoría ante los enunciados oficiales que parecío sempiterna, a los actuales atisbos de rebeldía todavía inmersos en la enorme desesperanza que padecen muchos.

Fuera de Cuba, la unidad de acción observada entre aquellos del exilio suma un nuevo elemento alentador. Por primera vez las diferencias han sido relegadas a un segundo plano y un efecto resonante, en sincronía con las manifestaciones en la Isla, ha tomado lugar, indicando que existen vías para dar al traste con la partición que tanto ha favorecido a quienes pretenden prolongar aquella dictadura. Esta unidad puede tener su origen en el hecho claro de que los actos precursores no están formulados sobre plataformas políticas de toma de poder, sino sobre principios de ofrenda e hidalguía, y ante todo de total cansancio ante la sevicia de un poder absoluto siempre fuera de contexto histórico.

La prolongada ausencia de democracia en Cuba (recordemos las dos dictaduras) ha acentuado la total desconfianza que los cubanos profesan contra toda posición política. Esa apolitización peligrosa, arraigada desde los inicios de la República, ha tomado en las últimas décadas valores extremos debido a ese síndrome de desesperanza que el absurdo comunista logró inocular intencionalmente en la mayoría del pueblo. Por eso resultan prometedoras las nuevas acciones que han promovido la unidad, porque indican que por encima de los intereses de poder están los intereses puramente humanos.

Rosa Maria me recuerda con suave ironía, pero también con callada amargura, que le hablé de este tiempo de descuento hace ya muchos años cuando éramos simpatizantes de la perestroika que nunca llegó. Durante mi breve estancia en la otrora Unión Soviética había visto a muchos jóvenes en el Metro de Moscú cantándole a la libertad, en un ambiente inundado por afiches de Samantha Fox y Michael Jackson y por la venta de pacotilla en las calles; entonces no pude imaginar la tenacidad absurda que la tiranía podía ejercer ya sin sus patrocinadores, ni tampoco entender que la esencia de aquel poder violento está en el desprecio absoluto a lo humano y sus razones. Pero seguí contando en descenso, y ahora lo hago con la esperanza de que hemos aprendido una dura lección: sólo la elección libre y razonada nos dará una estructura política mucho mejor que aquella que nos llevó a la ruina.

ARC, Abril del 2010, Lubbock, Texas, USA



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